Pertenece a la serie: Reflexiones veraniegas: DECÁLOGO de un CUARENTAÑERO 2.0
Una de las primeras cosas que te enseñan en la vida es a tener más miedo del que realmente hay que tener. El exceso de proteccionismo de los padres hace que en nuestra infancia forjemos un miedo y una desconfianza que, si no somos capaces de deshacernos de ella, nos lastrará toda nuestra vida.
Ni que decir tiene que los medios de comunicación, y porque no, la publicidad tradicional, alimentan cada vez más este miedo, hasta el punto de hacernos ver enemigos en cada esquina.
El ser humano es el único animal capaz de disfrutar y de sufrir por cosas que ni siquiera ha sucedido, suceden o sucederán y que sólo habitan en su cabeza.
He aquí la gran relevación que hace años tuve y que quiero compartir con vosotros: EL 99% DEL MIEDO Y DE LA DESCONFIANZA EN LOS DEMÁS ES INFUNDADO Y NO TIENE BASE REAL, SÓLO HABITA EN NUESTRA CABEZA
A partir de ese día, doy mi confianza por defecto, y si bien es cierto, que en contadísimas ocasiones te encuentras con alguna jugarreta/oveja negra, el balance general es más que satisfactorio:
- Me he ahorrado miles de horas de pensamientos negativos que jamás me hubieran llevado a ninguna parte.
- He conocido multitud de personas estupendas con las que, si me hubiera guiado por la desconfianza, jamás hubiera tenido relación,
- He participado en proyectos por lo que muchos otros "no daban ni un duro" (y no me refiero a dinero), y que me han permitido adquirir un aprendizaje que sólo la experiencia te puede dar.
Muchos opinan que lo que existe ahora en lugar de una crisis financiera es una crisis de confianza... ¿No será que la tenemos toda guarda dentro nuestro? ¿Por qué no comenzamos cuanto antes a darla?
NOTA para aquellos que les gusta "sacar punta" a todo: evidentemente que me he encontrado en situaciones (que he considerado extremas) y en las que no he dado mi confianza por defecto, pero el número es anecdótico.
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